Por Mario Vega, www.elim.org.sv
Jesús formó a sus discípulos durante unos tres años. El propósito era que ellos continuaran la labor que él había iniciado y que debía perdurar por milenios. ¿En serio se puede creer que para tal comisión son suficientes tres años de formación? Para Jesús fueron suficientes, aun con todas las deficiencias que los discípulos mostraban.
Por su parte, Pablo, solía entregar la dirección de las iglesias a hombres a quienes había hecho discípulos por poco tiempo. El discipulado más largo fue el de Éfeso, tres años. Luego le sigue Corinto, un año. Las demás iglesias fueron períodos más cortos. El extremo fue Tesalónica, cuyo discipulado fue de solo tres días de reposo. ¿En serio nosotros entregaríamos la dirección de iglesias a personas con tan corta formación? Pablo lo hizo.
Parece que algo está mal en nuestra comprensión de lo que hacer un discípulo significa. Nosotros pensamos en procesos totalmente acabados, de años. Jesús y Pablo pensaban en la potencia del Espíritu Santo para completar los procesos. La lección es que debemos aprender a depender de Dios para el momento cuando debemos soltar a nuestros discípulos y enviarlos a la misión, aun cuando no sean perfectos y ni siquiera conocedores de todo. El conocimiento se adquiere en el camino, ese caminar en el que no irán solos sino con el Espíritu Santo.
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