por Mario Vega, www.elim.org.sv
Alrededor de dos millones de salvadoreños viven fuera del territorio nacional, principalmente en los Estados Unidos de América. Una parte de ellos salieron del país por causa de la guerra civil, otros para huir de la situación de desempleo del país. Al encontrarse fuera de su tierra, los salvadoreños experimentan nostalgia por el país que dejaron. A eso, los salvadoreños en la diáspora le llaman ‘mal de país.’
Esa condición, es el caldo de cultivo sobre el cual el trabajo celular se desarrolla de manera efectiva. En las células, los salvadoreños se reencuentran a otros compatriotas, reencuentran las memorias, las expresiones, etc. Es así como las células se han ido multiplicando y, posteriormente, convirtiéndose en filiales de Elim en El Salvador.
Un poco más de 73 filiales se han establecido de esa manera en los Estados Unidos. Y ese número continúa en constante expansión. Esas iglesias no fueron plantadas como resultado de un plan estratégico o el envío de misioneros. Fueron iglesias que surgieron de manera espontánea. El elemento activador de ese fenómeno es el entrenamiento que esos cristianos salvadoreños tuvieron en Elim. Como líderes de células, aprendieron sobre el sacerdocio de todos los creyentes en la práctica. Para ellos, el encontrarse en otro país, no anula sus responsabilidades cristianas.